jueves, 30 de octubre de 2025

Testamento e inventario de un cura quirosano en el año 1829 (II)

Enlace a la publicación LNE 30.10.2025

En la carta anterior (LNE 27 octubre) comentamos el testamento de Juan Rodríguez, párroco de San Esteban de Cienfuegos, concejo de Quirós, otorgado el 19 de noviembre de 1829.

El 24 de noviembre, en la casa rectoral, el escribano Nicolás Álvarez Manzano forma el inventario, en presencia del juez ordinario Alonso García, los sobrinos, la criada Joaquina, los albaceas y los tasadores Tomás Menéndez y Juan Álvarez, vecinos del pueblo.

Como inmuebles sólo aparece la cuarta parte del prado de los Corradones, de "tres peonadas, con su casa de ganado y cierro, de cabida cuatro brazas más o menos", situado en las casas del Corral, así como una caseta cercana de dos brazas de cabida. El resto del "prao" pertenece a su cuñada Ana María Álvarez-Cienfuegos, vecina de Villamejín (Proaza).

Seguidamente hay una prolija enumeración de bienes muebles, comenzando por el ganado (dos bueyes, un novillo, cuatro vacas de leche y tres crías, dos vacas preñadas, cuatro añojos, una novilla, una yegua, una potra, un caballo "muy viejo", dos cerdos "de matar", dos cerdas preñadas, una cabra y su cabrito). De los añojos se apartan tres para los criados. De estos animales, lo más valioso son las vacas de leche (860 reales de vellón) y lo menos, la cabra (15). Por el medio queda el caballo "que usaba el Sr. Cura", por viejo solo vale 120 reales.

El inventario incluye treinta y dos fanegas de pan en espiga (768 reales), en la panera de Cienfuegos y en la de Villar; catorce fanegas y media de grano (435 reales); una de habas negras (20); un celemín de habas blancas "de los mansos" (5 reales; aún existe un "prao" junto a la parroquia llamado "el Manso la iglesia"); doce fanegas de maíz "por deshacer" (216) y "cuarenta ramos de yerba a meter en los pajares de los Corradones" (280).

El maíz del diezmo irá como limosna a los pobres (se anotan 20 fanegas por 300 reales de vellón) y para gastos del entierro, como ya se dijo. Del diezmo de castaña que "está por recoger" se anota una fanega preciada en 8 "por ser de mala calidad".

A continuación, viene el ajuar de la casa (ropa de cama, de vestir, muebles, vajillas, cubiertos, etc.) y los aperos de labranza. Lo más valioso es "una capa vieja, una levita de paño azul bueno, otra de Segovia negro viejo, dos chaquetas usadas, dos chalecos usados, tres calzones unos de Segovia buenos y los otros dos usados, tres almillas (camisones)" etcétera, valor total 251 reales de vellón.

También destacan "seis camisas y cuatro usadas con dos calzoncillos usados, cuatro pares de calcetines y un gorro de lino" por 156 reales. Lo más caro del mobiliario es "una silla con trono y estrados" (150), un "reloj de campana con su caja" y "un reloj de faltriquera" que valen cada uno 80 reales.

No encuentran mucha plata en la casa: solo dos cubiertos, un cuchillo, la empuñadura de un bastón y unas hebillas con "unas charreteras bien usadas", valorado todo en 112 reales.

Destaca la notable cantidad de libros, la mayor parte de ellos relacionados con el culto: destacan los once tomos de Calatayud (un misionero de la época) en pergamino (100 reales), 16 tomos de Fray Luis de Granada y otros 16 de la vida de San Luis (104 reales). Hay muchos otros que no vamos a mencionar aquí, que llenaban "tres estantes" lo que demuestra que el párroco era aficionado a la lectura.

En cuanto a las cantidades por cobrar, en Cienfuegos, el pueblo principal de la parroquia, tenemos a Juan García que debe diez fanegas y dos celemines de maíz (310 reales) y diez fanegas de pan (400).

También deben Juan Álvarez Cienfuegos, menor, y Manuel Sánchez, "por dos fanegas de pan que les dio para el maestro y vecinos de este pueblo": 80 reales.

Igualmente, Manuela Álvarez, viuda de José Suárez, adeuda 70 reales por "la pación en Pandoto". Y Toribio Álvarez, por el funeral de su hermano José, 60.

En Villar hay varios vecinos que tienen cuentas pendientes con el párroco: Juan Prada debe cuatro fanegas y cinco copines de maíz "a pagar en esta seronda" (132 reales) y dos fanegas de pan (80).

Su convecino Francisco Álvarez-Cienfuegos, diez fanegas de pan (400).

Otro "villarino", Félix Suárez, por el entierro de su hermana Mariana, 100 reales.

En Cortes está Juan Fernández, quien adeuda seis fanegas y cinco copines de maíz del diezmo del pueblo "para pagar en la seronda" (192 reales).

Juan de Gaspar, del mismo lugar, 80 reales por dos fanegas.

Y finalmente los herederos de Fernando Álvarez Oviedo, de Cortes, 20 reales (no se especifica el porqué).

Esteban Álvarez, de El Corral, debe 20 reales por media fanega de pan. Y Pedro Prada, de Las Llanas, un celemín de maíz (5).

En total las cantidades a percibir suman 11050 reales.

En cuanto a las que debe el párroco, de un total de 4311 reales, lo más destacable son:

Los 480 reales de la criada Joaquina, "por los atrasos vencidos incluso el año que corre".

380 "a Teresa Valdés en Villamarcel" (supongo que por ocuparse del párroco cuando cayó enfermo). Teresa Valdés, apodada "la Doctora", nacida en Gijón, era la madre del legendario Bernardo Terrero.

360 a "la Real Hacienda, por yerro en los frutos del medio diezmo de 1822".

356 "de las pitanzas que se pagaron en el día del entierro en las tres funciones y otros gastos de papel y propios", etc.

Llaman la atención los 280 que deben "a un particular, como deuda reservada", sin dar más explicaciones, los 115 "por dos hachas (velas) y seis libras de chocolate por el día del entierro", los 50 "de vino consumido en el entierro" y los 38 "por tres carneros que se consumieron".

Hay otras cantidades menores que no reseñamos aquí por no extendernos en exceso.

Finaliza el inventario ordenando hacer "500 misas" por el alma del sacerdote, cuyo estipendio irá a disposición (al bolsillo) de los testamentarios. Y añaden a la deuda una fanega de pan "que se debe de renta del establo y pajar del Cascajo" y "el hórreo de Villar".

Curiosamente, al inventariar y liquidar la herencia, los albaceas no cumplieron dos mandatos del difunto, porque a Antón (al que tildan de "bobo", o "simplón" como diríamos hoy) debían entregarle un vestido completo con camisa, y finalmente solo le dieron un sayo valorado en 64 reales; al criado Francisco le prometieron una "novilla" pero al final recibió un añojo. La picaresca siempre existió.

Firman el inventario los sobrinos y los albaceas, todos mayores de edad ("el que menos de 36 años"); los criados no firmaron por "no saber del todo".

Tres días más tarde, el juez ordena que se paguen las deudas y se cobren las que están a favor y se devuelva a los herederos la copia del testamento que presentaron. Es de suponer que, tras liquidar las deudas a favor y contra el caudal hereditario, les quedó a repartir un remanente de 6739 reales (o 612 ducados), cantidad nada despreciable en aquel entonces, recordemos que la criada del cura cobraba 20 ducados por año y seguramente sería una "privilegiada" entre los vecinos de la parroquia.

(Fuente: Archivo Histórico de Asturias, Fondo del Distrito Notarial de Lena, caja 10559/03).

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