miércoles, 29 de octubre de 2025

Testamento e inventario de un cura quirosano en el año 1829 (I)

Enlace a la publicación en La Nueva España 27/10/2025

Noviembre de 1829, reinando en España Fernando VII. Juan Rodríguez, párroco de San Esteban de Cienfuegos, acude a las casas de Santa Eulalia en Nimbra (así llamaban entonces al hoy desaparecido palacio de Terrero en Villamarcel) para un aniversario. Estando allí, cae repentinamente enfermo por causa natural y, viéndose en trance de morir, requiere la presencia de Nicolás Álvarez Manzano, escribano del concejo, para otorgar testamento.

En dicho documento, después de reafirmarse, obviamente, en su fe cristiana, dispone que lo entierren con el hábito de San Francisco en la iglesia parroquial, con funeral mayor de todos los sacerdotes del Arciprestazgo que puedan acudir. Pide que le hagan tres misas y se alumbre con un hacha (vela grande y gruesa) el Santísimo Sacramento y también su sepultura, esto se lo encarga a Joaquina Suárez, su criada, y destina doce ducados para ello. Cuando la vela se consuma, han de cantar misa seis sacerdotes.

A los expósitos del Hospicio de Oviedo no les deja nada, pero sí a los pobres del lugar de Villar de Cienfuegos: todo el maíz del diezmo del año 1829. Asimismo, el diezmo del maíz de toda la parroquia (formada entonces por los pueblos de Cienfuegos, Villar, las casas de Las Llanas, Cuevas, Fresnedo, Cortes y el Corral) se gastará en dar de comer a los pobres en su entierro, el sobrante se repartirá entre los necesitados y además a doce escogidos entre ellos se les entregarán doce varas de paño. De todo esto se encargarán los testamentarios o albaceas.

En cuanto a los criados, a Joaquina le adeuda la soldada del presente año (cobraba 20 ducados), le deja la cama donde duerme con su jergón, un colchón, dos sábanas, un cobertor, la almohada con su funda y una novilla de dos años a escoger por los albaceas. A María le cede la cama con su jergón, sábana, dos mantas y cuatro ducados que le debe del año. A Francisco García Tuñón una novilla de dos años llamada la "Garrucha" ya que no le debe ningún salario.

A un tal Antonio, al que mencionan como "tonto", le cede un vestido con su camisa.

Asimismo, ordena que se paguen las deudas a costa de la herencia y se cobren las que haya a su favor. A Ana María Álvarez-Cienfuegos, vecina de Villamejín en Proaza y viuda de su hermano Tomás, le cede provisionalmente el establo del Cascajo (Cascachu), 2/3 del prado de los Corradones, el prado de la Argajada (Argaxá), el de la Berbeliga, el de la Corrada, hasta que puedan pasar al patrimonio de su hijo Melchor que estudia en Oviedo.

Nombra albaceas a Cosme Fernández Manzano, cura de San Martín de Rano, a Juan García Tuñón, cura de Llanuces, y a su sobrino Alberto Rodríguez, capitán con licencia ilimitada en la ciudad de Oviedo.

Una vez pagadas o cobradas las deudas, para el remanente nombra herederos por partes iguales a sus sobrinos Alberto y Francisco Rodríguez, excepto el mencionado prado de los Corradones (sito en el pueblo de Cortes) y la casa, establo, pajar y casetos añejos a él, que quedan destinados a una finalidad que "insinuó" a Alberto (y que no se dice, pero suponemos que sería para sufragar los gastos del otro hermano, Melchor, estudiante).

Firma el testamento el propio Juan Rodríguez siendo testigos Bernardo Álvarez Terrero, el cura Esteban Fernández Manzano y José Álvarez Terrero, vecinos de Villamarcel.

Al día siguiente, 20 de noviembre, como se preveía, el sacerdote fallece en Villamarcel y los albaceas se encargan de trasladar el cuerpo a su parroquia de Cienfuegos donde se celebrará el funeral.

Finalizadas las exequias, los herederos del finado (Alberto y Francisco Rodríguez) solicitan la formación de inventario y la liquidación de la herencia. Pero esto, por no alargar el escrito, lo dejamos para otro día.

El testamento se custodia en el Archivo Histórico de Asturias, Fondo del Distrito Notarial de Lena, caja 10559/03.

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