domingo, 13 de septiembre de 2009

La "queima" de Villar


Villar de Cienfuegos siempre ha ocupado el mismo lugar: una ladera rocosa orientada al Sur que desciende con gran desnivel, rodeada a un lado por los prados y bosques de castaños, al otro por las tierras de cultivo (la "cortina" o terreno dividido en parcelas más o menos rectangulares) y con el arroyo a sus pies. Pero el pueblo que conocemos hoy es relativamente moderno, aunque sus casas son ya muy viejas.
La noche del 8 al 9 de febrero de 1899 los habitantes de Villar (los "villarinos") descansaban en sus hogares del duro trabajo diario, sin sospechar que esa madrugada iba a ser difícil de olvidar.
Alguien por la zona de Cortes había estado imprudentemente quemando rastrojos, a pesar del fuerte vendaval que azotaba el valle. El viento avivó las llamas y transportó rápidamente brasas y ramas encendidas (verdaderas "antorchas volantes") hasta Villar, hallando el fuego rápido cobijo en la madera de los tejados y en los pajares.
El fuego pronto se volvió incontrolable, a pesar de los esfuerzos de los villarinos. La mayor parte de la población huyó en dirección a Llanuces, a poco más de media hora de camino. Las llamas arrasaban los montes y amenazaron con destruir también este pueblo, pero los alarmados vecinos se apresuraron a sacar su venerado Cristo en procesión y al momento una providencial lluvia apagó el incendio, que no obstante llegó a arrasar el cercano monte de San Juan y su ermita.
Mientras tanto Villar había quedado arrasado hasta los cimientos. Ni la propia capilla, en la que los vecinos amontonaron las pocas ropas y enseres rescatados de sus hogares, se salvó de la destrucción. Tan sólo se salvó una casa, gracias a que sus moradores lucharon incansablemente para mantenerla a salvo de las llamas. Esta vivienda, construida en 1892 como dice la inscripción de la entrada, aún existe y es conocida como La Andeta. Durante la reconstrucción del pueblo se convertiría en improvisado albergue para las familias que habían quedado sin hogar.
Poco a poco el pueblo fue reconstruido sobre los cimientos humeantes; nuevos caserones de grandes corredores se alzaron sobre el solar de sus predecesores y la capilla de Santa Teresa renació con las mismas piedras que la antigua. Durante algunos años se celebró la llamada fiesta "del Milagro", conmemorando la oportuna lluvia que puso fin al terrible suceso.

1 comentario:

Desde mi realidad dijo...

Lo del fuego es una lástima, es capaz de destrozar tanto tan rápido...
Me ha encantado la foto del pueblo :)